Otro factor importante en la regulación de la expresión emocional es el desarrollo social de las emociones morales. La regulación de la manifestación emocional inicialmente tendrá la finalidad de evitar el castigo y ganarse la aprobación de los adultos, pero hacia los diez años reconoce el valor de las normas aceptadas cultural mente para expresar las emociones. El control de la expresión emocional tiene dos funciones: protegerse a sí mismo y proteger a los otros. El niño que oculta su miedo para evitar que los demás le llamen cobarde se protege a sí mismo; el que oculta su risa ante el tropiezo de otro o su decepción ante un regalo, protege al otro. La capacidad para expresar las emociones de forma que repercuta positivamente sobre uno mismo y los demás se convierte en un aspecto fundamental para el desarrollo social.
La forma en que los niños regulan sus emociones se ha centrado en el afrontamiento, definido como los esfuerzos cognitivos y conductuales para gestionar demandas específicas externas o internas que sean percibidas como excesivas para los recursos del individuo. Asimismo el afrontamiento es considerado un proceso que tiene dos componentes principales: los estresores y las estrategias. Cualquier suceso que provoque angustia es considerado un estresor y cualquier esfuerzo por dirigir o controlar esta angustia es considerada una estrategia. Fieles a este principio los teóricos del afrontamiento o «coping» se centran principalmente en la regulación de las emociones de angustia, dolor y en los esfuerzos para regular el origen del problema. El éxito de la regulación emocional vendrá determinado por el abanico de estrategias disponibles y la habilidad para seleccionar éstas en función de la demanda de determinados estresores y la habilidad para implementarlas.
A medida que los niños crecen mejoran sus habilidades de afrontamiento en situaciones estresantes, percibiéndose capaces de utilizar estrategias dirigidas cognitivamente, Los tipos de estrategias de afrontamiento frecuentemente utilizados por los niños y los jóvenes en situaciones sociales en las que tienen cierto control son: estrategias de resolución de problemas, búsqueda de apoyo (ayuda y consuelo), estrategias de distanciamiento, estrategias internalizadas (auto culparse, ansiedad, conductas de preocupación) y estrategias externalizadas (culpar a los otros, conductas agresivas).
Los niños perciben las estrategias de resolución de problemas y la búsqueda de soporte como las mejores, y las estrategias externas como las peores. Las estrategias que predominan cuando no se tiene el control sobre las circunstancias, son: la sustitución O distracción cognitiva, reestructurar O redefinir el contexto o los sentimientos negativos, búsqueda de información para entender la situación, evitación de los estímulos estresantes contextuales o personales, negación del contexto y los sentimientos, y disociación de la situación.
Existen dos tipos de control en el afrontamiento al estrés: el afrontamiento centrado en el problema, es decir, afrontamiento dirigido a modificar el detonante del estado emocional; y el afrontamiento centrado en la emoción, orientado a manejar o modular el propio estado emocional. En el caso del afrontamiento centrado en el problema o estrategias primarias, los objetivos se traducen en esfuerzos por influir en los acontecimientos, condiciones, personas u objetos, de manera que la situación sea lo más próxima a la deseada o tolerable -excluyéndose estrategias infantiles tales como el llanto para que otros resuelvan el problema, la agresión instrumental o la evitación-huida. El afrontamiento centrado en la emoción implica un ajuste personal mediante tácticas orientadas a modificar el propio estado interno, tales como la distracción, la reestructuración cognitiva, la oposición de fantasías positivas, etc. Estrategias que requieren de las habilidades metacognitivas. No obstante, el conocimiento y la manipulación de estados mentales es difícil para los preescolares, puesto que los niños de esta edad tienden a considerar que el cambio emana de la situación más que de uno mismo y, por lo tanto, tendrán dificultades para utilizar la distracción u otras formas de afrontamiento orientadas a modificar su estado interno, estrategias que no se empezarán a utilizar hasta los ocho años de edad.
En esta época predominan las estrategias conductuales de distracción, como por ejemplo cambiar de actividad. La distracción es la estrategia más utilizada también para la demora de las gratificaciones. La distracción cognitiva, a diferencia de la conductual, implica redirigir internamente la atención pensando, recordando o imaginando situaciones que generen emociones positivas.
Otra estrategia cognitiva más compleja de regulación emocional que empezaría a ser desarrollada a finales de este período es la reinterpretación de la situación y la redefinición de objetivos. Los adultos ayudan a los niños a reinterpretar las situaciones que generan emociones negativas, orientándoles hacia otras formas de ver la situación tales como decirles que el personaje de la película no ha muerto, sino que está dormido, O que la situación es ficticia, etc. La habilidad para redefinir los objetivos ayuda a ser más realista en las expectativas y minimizar la frustración si éstas no se cumplen. Las estrategias cognitivas son aprendidas a través del modelado y promovidas por el avance en el desarrollo cognitivo.
El conocimiento y utilización de estrategias internas reflejan un avance cognitivo general, y, consiguientemente, una mejor comprensión de las experiencias emocionales propias y ajenas que permiten interpretar los acontecimientos socioemocionales. A medida que el niño crece en edad, se amplía el conocimiento sobre la duración de los estados emocionales, la habilidad para verbalizar y discriminar el estado emocional en sí mismo y en los demás, la capacidad para describir las emociones presentes en las diferentes experiencias, y el conocimiento de los roles culturales sobre la expresión emocional. Asimismo, se incrementan las estrategias cognitivas a lo largo del desarrollo, en tanto que las estrategias conductuales permanecen más o menos estables. La utilización de estrategias en solitario, la capacidad para distinguir entre estresores controlables e incontrolables, y la habilidad para escoger la estrategia más efectiva en función de la situación estresante, se gestionará con mayor eficacia hacia mitad de la infancia y primera adolescencia. Él «monitoreo» (concentrarse en la experiencia para actuar) resulta más útil para estresores controlables. Mientras que las de focalizarse en la distracción son más eficientes cuando se trata de estresores incontrolables.